31/8/09

Mi cuento para Devoradores de Hadas.


http://www.myspace.com/devoradoresdehadas






Otra vez solo en medio de la inmensa abrumadora aniquilante nada. Los rayos de sol se filtran por las ramas rotas de los árboles y siento que pueden verme desde las alturas de sus copas quemadas con cierto aire de superioridad pero no me sorprende porque ahora mismo me percibo como un insecto atrapado en un enorme frasco sutilmente decorado con naturaleza muerta.

Cuando al fin mis ojos se rinden ante la luz soberbia del amanecer veo mi ropa manchada de una especie de salsa teriyaki rojo intenso y la manicura de mis uñas arruinada porque al parecer anoche traté de arrancarle la piel a alguien que no logro recordar pero seguramente puede recordarme porque siempre hay entes pululando a mi alrededor que me conocen de algún sitio mientras yo les observo indiferente o molesto por su parloteo agresivo y me cuestiono constantemente porque tienen que conservar paisajes de mi vida las criaturas mas indeseables que se hayan cruzado en mi camino.

Mientras me incorporo y sacudo la tierra oscura de mi pecho rasguñado noto con angustia que mi crucifico de oro blanco ha desaparecido. El último recuerdo de mi novia muerta que supongo no se encuentra mucho peor que yo en este momento. Abandonado, desorientado, posiblemente repudiado por mis acciones posteriores a las 26 líneas de polvo de hadas que compartí en el backstage con el vocalista de una banda que para nada me satisface mientras no paraba de repetirme: No soy un humano, soy un monstruo.

Pienso en todas estas cosas de manera aleatoria hasta que escucho un ruido entre las hojas secas que se retuercen bajo mis botas de piel como si conservaran vida pero no es así y me percato de que no estoy completamente solo en el bosque. Me pongo en cuclillas y revoloteo las hojas muertas con la mano también manchada de esa roja sustancia que no se si sea sangre o teriyaki y entonces la descubro. Es pequeñita y está herida y pareciera que me mira aterrada como si yo fuera un enorme árbol que la aprisiona indolente. Entonces le brindo una caricia con la mano helada y antes de que pueda hacer cualquier cosa para evitarlo, arranco sus alas.

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